COLUMNAS

Las muertas de Cuitláhuac García: fracaso de una estrategia

Por: Christopher Rodríguez Jácome

Los datos duros

El gobernador Cuitláhuac García Jiménez, sin duda alguna llegó al poder en una de las épocas más difíciles de la entidad, la cual apenas 3 años antes había sufrido uno de sus peores saqueos en la historia por el ahora inquilino del reclusorio norte. Sin embargo, existen situaciones que no pueden ser justificadas ni por los saqueos de Duarte de Ochoa ni el nepotismo Yunista, una de ellas es el terrible e innegable crecimiento en los delitos relacionados con violencia de género, en específico los feminicidios.

Fue el 23 de noviembre del 2016 cuando la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (CONAVIM) emitió una alerta para los municipios de Coatzacoalcos, Córdoba, Boca del Rio, Las Choapas, Tuxpan, Orizaba, Poza Rica, Veracruz y Xalapa; sin embargo, desde hace tres años nada se ha hecho.

Xalapa es el primer lugar a nivel estatal en feminicidios, con un total de 142 en lo que va de este año, cifra que no sólo supera a otros municipios del estado, sino a otros estados completos como son el Estado de México, con 81 casos; o puebla, con 45, de acuerdo con los datos proporcionados por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio y el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Con números tan graves, Veracruz es la entidad más peligrosa en el país para las mujeres, motivo por el cual es menester que las autoridades tomen cartas serias en el asunto y dejar de jugar al “adivina quién”.

La estrategia

Desde la llegada al poder de la 4T a tierras veracruzanas nunca se ha dado a conocer un plan de seguridad serio, lo presentado hasta el momento es una mala réplica del plan nacional, el cual, sobra decir, tampoco es una estrategia, pues no va más allá de un tríptico dedicado a las becas y la siembra de árboles de frutas.

Y aunque a muchos les gustaría culpar al gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador por el fracaso veracruzano, esta vez la responsabilidad es únicamente de quien fuera nombrado como el penúltimo Huēyi tlahtoāni, señor de Iztapalapa y hermano de Moctezuma, pues este tipo de delitos son de su absoluta competencia, por lo que ese último dispuso poner a la cabeza de la institución encargada de la prevención y combate al delito a una persona sin un perfil adecuado, que aunque ciertamente cuenta con alguna experiencia en el área, no tiene lo necesario para velar por la seguridad de un estado como Veracruz, y es aquí donde todo va en picada, al dar nombramientos más de carácter político que por buscar un verdadero bienestar social,.

Día a día Hugo Gutiérrez Maldonado, secretario de Seguridad Pública de Veracruz, entre tumbos y tropiezos, lanza directrices a todas las direcciones a su cargo sin contar con una línea a seguir, basándose en la improvisación. Ningún estratega puede tomar el camino de la improvisación como una vía factible, y menos cuando se trata de la seguridad de la ciudadanía. Aparecer empistolado en escuelas primarias o llegar artillado y rodeado de escoltas a un alcoholímetro en la capital, son sólo algunas de las maneras en las que el titular de esta dependencia pretende vender una imagen de combatiente; se le olvida que sus épocas de policía quedaron atrás, en aquellos ayeres cuando extorsionaba empresarios en Nuevo León junto con un grupo de policías ministeriales a su cargo. Pero no se trata de señalarlo como un mal policía -aunque existan pruebas de que lo fue-, se trata de reconocer que no es un estratega, que no es la mejor opción para la seguridad de Veracruz, que es uno de tantos que diariamente le meten el pie al gobernador. Y bueno, a todo esto, ¿Dónde quedó la estrategia? Caray, es lo que nos preguntamos todos los veracruzanos.

Los otros datos

Pese a que uno de cada cinco feminicidios ocurre en Veracruz, y de contar con más de 135 carpetas de investigación iniciadas de enero a octubre de este año, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública, el gobernador del estado no parece comprender la situación y ya sin un Winckler a quien culpar, y teniendo una Verónica y un Hugo metiéndole los pies sin poder quejarse, la nueva moda es menospreciar los números, evadir preguntas o, de plano, mentir abiertamente y sin disimulo.

Durante el primer informe de labores de Cuitláhuac García, asesores y colaboradores tuvieron bien a maquillar algunos números, tachar algunos otros y, ¿por qué no?, saltarse muchos más. El informe presentó datos maravillosos, avances inigualables. A decir del documento emanado de la oficina del Gobernador, los veracruzanos somos los privilegiados nuevos habitantes de la Atlántida, sede de la justicia, la paz, y el desarrollo, aunque el único parecido con la Atlántida es que hoy por hoy se encuentra en algún tipo de inframundo acuático de la mitología, y nosotros, los atlantes jarochos, en un inframundo un poco más terrenal y sangriento.

Después de entregar su informe surgieron muchas dudas, aunque más que dudas fueron preguntas retóricas pues todos sabemos las respuestas, sólo queremos que el Gobernador las diga, que deje de mentir. El primer paso para solucionar un problema es aceptarlo, y eso hasta el borolas lo sabe.

¿Qué pasará por la cabeza del Gobernador? ¿Será obra suya o influencia de alguien más siniestro, calvo, moreno y plagiador de libros? sin señalar a nadie, claro.

Lo crudo

La realidad es que todas estas estadísticas, números y rankings, están basadas en vidas, en vidas perdidas, vidas que fueron arrebatadas, delincuentes que siguen en la impunidad y victimas que siguen sin justicia.

“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres” es una de las máximas de Pitágoras adoptada por las ciencias criminológicas. La prevención temprana es importante, muy importante, es un trabajo en conjunto de la ciudadanía con el gobierno, pero ¿qué pasa cuando ya es tarde para implementar una prevención temprana? Es ahí donde solamente la autoridad puede y tiene la obligación constitucional de combatir el delito y garantizar a los ciudadanos el poder vivir sin miedo, es ahí donde las politiquerías deberían salir sobrando, es ahí donde el buen gobernante se legitimiza como tal. Son los crímenes de odio y no las “balaceras” los que tienen un verdadero alto impacto social, no por la magnitud de un solo evento, sino porque es el ciudadano de a pie el que se ve directamente involucrado, el que lo sufre, al que le pega y, al mismo tiempo, al que se revictimiza o, en “el mejor de los casos”, simplemente se le abandona a su suerte. La muerte de una hija, una hermana, una madre, una prima, una amiga o simplemente una mujer, no se supera con un bolillo para el susto, y menos si nos dan atole para bajarlo.