COLABORACIONES

LOS MANDADEROS

 Isael Petronio Cantú Nájera

Usted vota y así constituye el gobierno, es decir, delega su capacidad de autogobernarse en otros que lo gobiernan por Usted; en ningún momento tiene la garantía de que lo gobiernen bien o que no lo defraude su gobernante, espera como muchos que su mandatario (usted es el mandante) cumpla con lo ordenado y haga bien lo mandado.

Esa relación política de mandato, en otros campos del derecho, sobre todo el civil, tiene mecanismos que permiten resarcir el daño cuando el mandante defrauda al mandatario y a la vez prevé la: Revocación del Mandato en cualquier momento con el fin de evitar más daño en el patrimonio del mandatario. Nunca le parecería correcto que mande a su agente a comprar tortillas y regrese borracho y con un litro de alcohol.

Esa relación civil nunca se ha pervertido y la gente, usted y yo la entendemos perfectamente… sin embargo en la relación política: mandante y mandatario, pueblo y gobierno, la relación terminó francamente pervertida, corrompida.

Desde la antigüedad y pasando por la edad media hasta nuestros días, la relación pueblo y gobierno ha sido un binomio complejo de resolver; Aristóteles y su sexteta de formas de gobierno intentó sistematizarlos para su mayor comprensión, así, para el Estagirita, había tres formas de gobiernos buenos y su contraparte, tres formas de gobiernos malos y todos ellos se desplegaban entre diversos pueblos según su saber, obviamente, entre más culto el pueblo había mejores gobiernos, porque se entendía que era el pueblo sabio quien elegía entre sus mejores hombres a los gobernantes y a la vez, eran capaces de deshacerse de ellos si finalmente resultaban malos y corruptos.

Pronto las sociedades mostraron que en su seno se vivía una lucha de clases. Por un lado un sector, clase, grupo pequeño que concentraba la riqueza y un amplio sector que trabajaba para el que tenía la riqueza (ya sea en dinero o en herramientas o tierras), como trabajo esclavo o por un puñado de sal (de ahí el nombre de salario).

En medio de esos grupos, un tercer grupo aparece de manera nítida: el capataz, el administrador, el político que cumple las órdenes del rico y las impone de diversos modos a los pobres… por supuesto, revoluciones de por medio, creación de modelos diversos de administración, sistemas políticos y variadas religiones fueron dando razones, creando fantasías, cuentos, narrativas, para seudoexplicar a los pobres que debían someterse libremente a su condición de parias, de esclavos, de asalariados.

La más compleja construcción política, económica, psicológica y social es sin duda el Estado y la democracia.

La tiranía como Estado se entiende desde Aristóteles, es el gobierno malo de un solo hombre… llámenle Falaris y su famoso Toro de bronce hueco, donde solía meter a sus víctimas, asándolas vivas y donde esos gritos parecían los bramidos del broncíneo animal o los hornos de Hitler… la democracia sigue dando de que hablar es elusiva como el aire o las quimeras.

Nunca se perdió la idea básica de que el pueblo es el soberano (de super omnia=sobre todo o poder supremo) y aunque esté conformado por clases sociales, el pueblo hace su presencia en las masas, en las muchedumbres revolucionarias que asaltan el poder y lo transforman, tomando un carácter imaginario que está por encima de las clases sociales; los ricos dicen el pueblo al igual que los pobres… en todo caso, el pueblo aparece de manera concreta, armado de pies a cabeza y exigiendo justicia.

Ante ello, los administradores, idearon correctamente la creación de una fuerza represora de toda ansiedad revolucionaria, desde el policía hasta los modernos ejércitos y el auténtico “Big brother” de los modernos smartphones, así, el ciudadano, aislado del pueblo, se ve obligado a mirar con temor los efectos de esos aparatos represores… solamente los retará como pueblo organizado y ahora en las redes sociales.

En el Estado democrático moderno y particularmente en las repúblicas, el gobierno se ha constituido en una clase para si. Familias enteras de gobernantes, generación tras generación se han especializado en “gobernar” y mediar entre ricos y pobres; patrones y asalariados, sacando grandes provechos de esa mediación y por lo común, contribuyendo a mantener la asimétrica relación: dejando a los pobres, pobres y a los ricos más ricos.

Así, lo que era una franca batalla entre las clases sociales, se movió al campo de los pobres, quienes luchan denodadamente para llegar al gobierno y medrar en él, mientras los ricos, desde el balcón de sus palacios, ríen con el divertimento, igual que Nerón cuando miraba a los gladiadores morir en el circo romano.

Toda triquiñuela en su momento queda descubierta y ahora más que nunca, dada la profunda crisis mundial y el riesgo de extinción de la humanidad… hasta los ricos, están pidiendo un sustantivo y mejor reparto de la riqueza, riqueza que según OXFAM está prácticamente concentrada en sólo ¡nueve[1] personas!

Así, los gobernantes, esos mandatarios que han defraudado al pueblo mandante se enfrentan a un pueblo más culto, más sabio, que está aprendiendo a exigir la rendición de cuentas, fiscalizar y cuidar que se cumpla lo mandado o en su caso revocar el mandato dentro de las mismas urnas.

El primero de julio aquí en México, el pueblo, prácticamente revocó el mandato a los gobernantes que durante décadas tenían el control de gobierno, particularmente del PRI y del PAN, y se lo ha entregado a un nuevo mandatario que ha ofertado hacer el mandado de manera eficiente, eficaz y de administrar correctamente el erario, comprometiéndose a rendir de manera oportuna las cuentas y además, terminar con la corrupción imperante en el negocio… usted y yo que somos los mandantes, no deberíamos ir a dormir el sueño de los justos, sino cuidar que lo mandado se cumpla cabalmente, algo así como al “ojo del amo, engorda el caballo”.

Esa habilidad, presteza, interés, de vigilar que el negocio de la República garantice justicia, equidad en medio de un desarrollo incluyente y sostenible, es una nueva revolución y se llama gobernanza democrática… no espere nada del gobierno porque él no manda… mándelo usted que haga bien las cosas, administrando correctamente el presupuesto y aplicándolo en las políticas públicas más urgentes que permitan una mejor distribución de la riqueza, impartan una meridiana justicia y garanticen el goce y disfrute de la libertad y de los bienes honestamente adquiridos. Si contrata a un mandadero ¡exíjale que haga bien el mandado!