El tigre anda suelto y no es de papel
Isael Petronio Cantú Nájera
En la política mexicana la retórica se trasmuta en demagogia; el buen hablar con argumentos, se tuerce en cantinflesco y falaz fraseo, dando como resultado un estado de confusión mental en los ciudadanos.
Hace un par de semanas el candidato a la presidencia por parte de MORENA-PT-PES, tomando una frase del dictador Porfirio Díaz y dado el descontento y la violencia reinante, advirtió a los demás partidos que no “despertaran al tigre” en alusión al “pueblo dormido”. Por la experiencia de Díaz Mori, el despertar del pueblo se transformó en la violenta revolución de 1910.
Retórica o no, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares a su vez; utilizando una frase del líder comunista chino Mao-Tzedong, dijo que sólo era un “tigre de papel”. La expresión de Mao tenía como destino al supuesto poder imperialista de los Estados Unidos en aquella década de los 50´s.
Ambos políticos: Díaz y Tzedong, miraban en diferente perspectiva al tigre; mientras para el dictador mexicano el pueblo dormido puede ser dominado, no lo es así al estar despierto porque es feroz y letal; por su parte el líder comunista, cuya revolución popular estaba basada en el apoyo de las grandes masas campesinas (China está desplazando el centro del poder) veía en los Estados Unidos, si un tigre despierto, pero débil, sin posibilidad alguna de dañar al pueblo Chino, un simple: tigre de papel.
El Estado es el gran domador del tigre (del Pueblo); basta recordar a Thomas Hobbes para identificar que la fuerza suprema que somete a la de cada individuo es un gran Leviatán, un ente superior, capaz de contener la destrucción entre los individuos e imponer la paz; obviamente, en un proceso político y sociológico donde las buenas relaciones se pactan y se construyen para fundamentar una Constitución: una Carta Magna.
Como en todo contrato, es imprescindible que exista buena fe y ningún vicio en la manifestación de la voluntad y después, que dicha voluntad no se quebrante; so pena de ser castigado por defraudar el pacto o contrato.
Ese sutil espíritu de confianza en las leyes, de confianza en la necesidad de someterse al imperio de un Estado, solamente se puede tener, si el Estado es justo en si mismo, y más concretamente: si el servidor público, a quien se le ha dado la encomienda de cumplir y hacer cumplir las leyes, manifiesta como virtud la probidad, la templanza, la justicia, la fortaleza y la prudencia.
¿Podemos encontrar a uno así en los últimos 50 años? Simplemente no.
En la irrupción de amplios sectores de la sociedad en 1968, el Estado y más concretamente el gobierno de Díaz Ordaz (no era pariente de Porfirio Díaz) ordenó que el “tigre” fuera silenciado a punta de bayonetas y de balas. Toda una campaña de desprestigio contra ciudadanos, hombres y mujeres, fue echada a andar para evitar más despertares. Vinieron Echeverría y su “halconazo”; López Portillo y su nepotismo, el Negro Durazo y el grupo BARAPEN; De la Madrid y su Renovación Moral y el gigantesco fraude contra Cárdenas para hacer ganar a Salinas; luego Salinas mismo en connivencia con grupos delincuenciales donde su hermano fue el hilo más delgado; luego Cedillo y el levantamiento de la guerrilla en el sur de México; lo que se pensó que daría un respiro a la vorágine de corrupción en el gobierno, se volvió una charada con Fox, Pancho Barrio y Martita, sus hijos y oceanografía; luego Calderón y su “guerrita” contra el narco, para finalmente, llegar a Peña Nieto, la casa blanca y su compadre Virgilio Andrade… digo, por salud mental ahorré todos los eventos menores que llenan libros enteros de la corrupción que anima a estos gobernantes…
Mientras se acumulan las riquezas en las manos de los políticos corruptos en connivencia con industriales y comerciantes de igual talante, el último dato de la CONEVAL es el mejor diagnóstico de los efectos de sus políticas públicas: ¡Hay más pobres en el país![1]
La asimetría de ingresos y por consiguiente la adquisición de otras habilidades del pensamiento para vivir de acuerdo a un Estado de Derecho, simple y sencillamente siembra de minas el espacio social de convivencia.
Vivir en libertad es un principio universal del mundo moderno; pero no se es del todo libre cuando las cadenas del hambre atenazan pies y manos; sin duda y eso debe ser racional antes de morir de hambre; que muchos ciudadanos y ciudadanas no sientan temor reverencial por una justicia y no lo sienten porque simplemente no es justicia; entre el robo famélico están los delitos del tráfico de drogas, armas y gentes: no daña igual el robo de una gallina que miles de millones del erario público o la asignación inmoral de altos salarios por no hacer nada o lo peor, por robar más.
¿Qué impulsa a dos niñas, una de 16 y otra de 14 años, a andar, dizque armadas y enfrentar a policías, ejército y marina y terminar acribilladas en un enfrentamiento ilógico y desproporcionado?
¿Qué impulsa a ocho policías a privar de su libertad a dos jóvenes y entregarlos a los narcos para que los desaparecieran definitivamente?
¿Qué impulsa al cura a violar a menores de edad?
¿Qué impulsa al soldado, al marino, al policía, a matar extrajudicialmente a los ciudadanos rendidos o malheridos?
¿Qué impulsa al fiscal, al juez y a toda la inepta y pedante burocracia del poder judicial, a extender la mano para recibir las treinta monedas y traicionar la justicia?
¿Qué impulsa a los charlatanes, hombres y mujeres, dar fe de respeto a los derechos humanos ante tanta carnicería?
Todos ellos, en algún momento, fueron ciudadanos, estaban de este lado de la delgada línea de la ley, del Estado de Derecho, eran parte del pueblo… pero en ese instante brutal, fugaz, de quiebre de la fe, de la pérdida del temor reverencial ante la falta de justicia… llegó el desdén y el desprecio del mundo de valores heredado… ¡tiraron todo por la borda! ¡Justo eso hacen las revoluciones, mandan al carajo las instituciones y construyen unas nuevas!
Luego el aquelarre de la transformación de ángeles en demonios y al revés, Villa ladrón a héroe de la Revolución… luego el tigre que ya se despertó porque aprendió a no tenerle miedo a los truenos y porque suele pensar que es mejor morir de pie que de rodillas y eso los demagogos de la política no lo saben y si lo saben, solamente lo dicen para exorcizar al pueblo de la violencia… violencia y corrupción que ellos hicieron y que terminaron por despertar al pueblo. Por eso yo digo: ¡El tigre anda suelto y no es de papel!